El invierno llegó este año por equivocación, justo cuando comenzabamos a encontrar equilibrio entre el viento frío y la noche tibia dentro de las aguas del mar. Sin darme cuenta ya estabamos cocinando en grande, con todo y horno encendido aún cuando el calendario no marcaba ni la fecha. Fiesta tras fiesta y lo unico que dejaron aquellas noches fueron historias etílicas que al ser narradas por algun incauto despertaban. Dolencias sin razón y esa pasión por explorar la oscuridad adentro de una canción de Hoobastank fueron los ingredientes mágicos que nos guiáron hasta los límites de la sonrisa de la luna. Colgando aventuras de bares como trofeos, dejé las paredes blancas manchadas de tanta sed. Las tres sillas de aquella creación siempre listas a presenciar el inicio de una noche más, ahora esperan en soledad nuestras charlas de cuatro tragos. Nos depedimos del mañana esperando que el ayer se vuelva un siempre.
Me largo a la capital, a mi pasado que ahora es futuro. Me llevo en la piel el sol, en la sonrisa el deseo de volverlos a ver y en la mochila un mañana que espera caliente en la mesa junto al pavo.